Iniciaba el año 1975 y el país, cada segundo que pasaba, parecía hundirse un poco más en la anarquía y la violencia incontrolable que habían desatado las organizaciones terroristas que venían operando y practicando su plan de exterminio desde los `60.
Perón ya no estaba, pero había dejado irresposnablemente la presidencia de la República a su segunda esposa, María Estela Martínez de Perón, o “Isabelita”, cuya inoperancia fue vista por la guerrilla como la coyuntura ideal para sus planes golpistas. En efecto, tanto la magnitud, como la cantidad de atentados terroristas, habían incrementado considerablemente desde que las formas democráticas volvieron a regir en la Argentina, destacandose el intento del ERP por apoderarse de Tucumán y convertirla en una “zona liberada”, acción que obligaría al gobierno a llevar adelante lo que se conoció como “Operativo Independencia” con las FF.AA a la cabeza.
El 30 de mayo de 1974, la conducción del ERP ya se encontraba en los montes tucumanos realizando los últimos preparativos para la consumación del campamento guerrillero que, apoyado en los dictados del foquismo, abriría fuego contra el gobierno democrático que mayor caudal de votos consiguió en la historia de nuestro país. Al respecto, y contrariando la “historia oficial” sobre aquellos años que presenta a los guerrilleros como “luchadores de la democracia”, el ex Comandante en Jefe del ERP (luego de la muerte de Santucho), Luis Mattini, se sincera: “…nosotros no queríamos un régimen de democracia liberal en la Argentina. Nos proponíamos un Estado socialista, y estábamos convencidos de que un Estado socialista sólo podía ser conquistado por la fuerza de las armas”.(1) Asimismo, debemos tener en cuenta que el primer congreso del PRT, donde ya se iniciaban los preparativos para lanzarse a la lucha armada, tuvo lugar en 1965, cuando gobernaba bajo formas democráticas el Dr. Illia.
En Julio de 1974 el ERP ya advertía el curso de sus planes desde El Combatiente, la tirada gráfica de la organización. Entre otras cosas expresaba: “Siguiendo el exitoso ejemplo del pueblo y del ejército de liberación de Vietnam, ya se activan nuestras unidades rurales, transitando el curso de la guerra revolucionaria hacia la patria socialista”. Los objetivos eran claros, y ellos mismos los expresaban desde sus órganos de prensa. La misión era apropiarse de la provincia de Tucumán para convertirla en “zona liberada” y lograr su reconocimiento como Estado independiente por la ONU. En efecto, rápidamente consiguieron tomar “el control de un tercio de la provincia…Incluso la guerrilla cobró peaje en algunas rutas provinciales”.(2)
En rigor de verdad, todos los rincones de la República eran escenario de la guerra revolucionaria que se había desatado. Para dar una idea de la gravedad de la situación (hoy minimizada por los historietistas del régimen empeñados en ocultar el accionar guerrillero), basta mencionar que “durante todo el año 1974, hubo 21 intentos de copamiento de unidades de las fuerzas legales, 466 atentados con explosivos, 16 robos de botines millonarios, se secuestró a 117 personas y otras 110 fueron asesinadas por el terrorismo subversivo”.(3)
En efecto, el 5 de febrero de 1975, el gobierno, viendo con preocupación lo que sucedía especialmente en Tucumán, ordena a las Fuerzas Armadas entrar en guerra contra los elementos terroristas que operaban en esta provincia, a través del Decreto Secreto Nº 261 del Poder Ejecutivo que establecía: “(…) El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán” (en octubre el decreto extendería la orden a toda la república).Cuatro días después, el 9 de febrero, las FF.AA ponían en marcha el “Operativo Independencia” dando inicio a esa guerra que hoy algunos olvidaron y muchos desconocen. El alcance bélico que poseía el ERP en los montes tucumanos, contrariamente a lo que sostienen los dogmas del revisionismo maniqueo, era el de un verdadero ejército preparado para combatir. Basta mencionar que, según Gorriarán Merlo, quien tuvo activa y destacada participación en la organización guerrillera, se contaba con “…más de cinco mil militantes…una periferia calculada en veinticinco mil colaboradores directos y de otros 120 mil menos comprometidos pero activos”.(4) El historiador Nicolás Márquez por otra parte, en su ensayo sobre el ERP “El Vietnam argentino”, llega a la conclusión de que la guerrilla erpiana contaba con 7200 combatientes. Cabe destacar también que las primeras víctimas del Operativo Independencia fueron trece miembros de las Fuerzas Armadas que sobrevolaban la zona selvática cuando fue derribado su avión por guerrilleros. Entre los muertos se encontraba el Cnl. Oscar Bevione, cuya hija, Mónica Bevione, vive en Córdoba y sigue luchando por el reconocimiento de su padre. Resulta importante también destacar que la banda terrorista en cuestión recibió numerosos apoyos de países extranjeros (como Cuba, Nicaragua y Chile) y operó conjuntamente en la selva tucumana con los grupos guerrilleros MIR (Chile), Tupamaros (Uruguay) y ELN (Bolivia), llegando a tener una propia fábrica de armamento de guerra emplazada en la localidad de Caseros. No en vano Balbín ya afirmaba en mayo de 1976 que “no era un misterio que aquí, morían en la guerrilla hombres que no eran de nacionalidad argentina”.(5)Las loas a las Fuerzas Armadas y el repudio a la subversión terrorista no tardaron en llegar, por parte de una sociedad aterrorizada por la violencia que se cobraba vidas inocentes todos los días. A modo de ejemplo, el Senador Perette afirmaba que “Las Fuerzas Armadas están luchando para asegurar el estilo de vida de la nación”. (6) Con similar entusiasmo, el Sr. Cárdenas en representación del partido tucumano Vanguardia Federal, concluía que “Las Fuerza Armadas, cuya prescindencia y cuyo sacrificio son ejemplares…están dando con su sangre, el testimonio de su entrega total a la causa de la Patria”. (7)Desde la prensa, el alivio también parecía ser la sensación que transmitían los comunicadores sociales. El 25 de Julio de 1975, la revista Gente publicó un editorial apoyando al Ejército que operaba en Tucumán, bajo el título “Para ganar esta guerra”, que entre otras cosas decía: “Ahora la guerra está entre nosotros, en la sirena de los patrulleros, en el vértigo de las autobombas, en el coraje sereno de la brigada explosivos, en nuestro Ejército en Tucumán…”.A treinta y cuatro años de aquello que constituyó verdaderamente una guerra no convencional contra el Ejército Revolucionario del Pueblo, sólo impera el silencio. Pues, en rigor de verdad, hablar y debatir sobre lo ocurrido en Tucumán en aquellos años, implica reconocer que los guerrilleros no eran un puñado de niños jugando al carnaval, que no luchaban por la democracia, sino contra ella, que significaron una amenaza real para la Nación y que la prensa, la partidocracia y la sociedad en general, apoyaron el accionar de las Fuerzas Armadas contra el terrorismo subversivo.agustin_laje@yahoo.com.ar(El autor tiene 20 años, es estudiante universitario, autor de numerosos artículos de opinión e investigación sobre el drama de los `70. Este año lanza su primer libro sobre la materia. Actualmente es Coordinador General del Movimiento por la Verdadera Historia).Citas:(1) Pigna Felipe, Lo pasado pensado, P 167, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2005.(2) La Nación 13/02/05(3) Márquez, Nicolás, La otra parte de la verdad, P 47, Edición del autor, Buenos Aires, 2004.(4) Citado en Márquez Nicolás, El Vietnam argentino, P 133, Edición del Autor, Buenos Aires, 2008.(5) García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. Pág 178. Ediciones del copista. 2003(6) García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. Pág 103. Ediciones del copista. 2003(7) García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. Pág 114. Ediciones del copista. 2003