¿Creen que Mrs. Carlotto no se merece el premio Nobel de la Paz?. Veamos sus logros, que los tiene, para acceder al premio. La amorosa abuela que dicen resistió el acoso del lobo más de treinta años atrás cuando éste, según mentas, se especializaba en lastrarse dulces viejitas, ha recuperado, según sus exégetas, a más de cien bebes "robados". Y ha conseguido que la "justicia" accione contra los "apropiadores". Es cierto que un módico cálculo, a un par de "apropiadores" sin contar cómplices, por bebe recuperado, nos dice que deberían estar presos – descuenten a aquellos que un natural proceso biológico de treinta años se llevó al socavón eterno – al menos doscientos "secuestradores" y solo hay, a la fecha, seis. Pero esto es parte del manejo de las matemáticas que hace la dulce abuela y como uds. bien saben, las matemáticas en la "Nueva" Argentina no son una ciencia exacta salvo para calcular las sucesivas indemnizaciones y que parte del botín corresponden a "organizaciones de derechos humanos", jueces, fiscales y a algún funcionario distraído de bolsillo inquieto. Si la mayoría de los padres adoptivos de los bebes "recuperados" no están presos por algo será, y esto no es peyorativo, porque ese "por algo será" significa, al menos, que los apropiadores eran del "palo", es decir, cumpas, conmilitones o simplemente parientes de los que se fueron para no volver.
Pero volvamos al premio y sus consecuencias. Sería para ella la frutilla del postre, el merecido bocado que después de años de denodada lucha marketinera, la permitiría encontrar el lugar por el cual cada tanto las "madres" le patean los tobillos, el colofón de una vida construida a partir de un imaginario espermatozoide del que nunca sabremos si llegó a destino. Hecho que carece de importancia porque desde que Esopo inventó la fábula siempre pueden suceder en éstas las cosas más inverosímiles, como que un espermatozoide fantasma se materialice en un nieto que jamás conoceremos pero que ha servido para darle de comer, y muy bien por las noticias que nos llegan, a la abuela de Caperucita y también al coro griego que la secunda.
Oponerse a que se le de el premio Nobel de la Paz a Mrs. Carlotto indica, cuanto menos, una profunda falta de imaginación porque hoy todo es relativo. Si el año pasado fue premiado por su "ingente lucha por la paz" Barack Obama – enviar tropas a Afganistan y a Irak e intensificar la guerra fue sólo un lapsus y el mandar a la Guardia Nacional a la frontera sur a balear "wetbacks" una distracción para civiles militarizados de gatillo inquieto – ¿Cual sería el impedimento para que la dulce abuela lo recibiera? Al fin y al cabo como se dan las cosas en este mundo podríamos aceptar que hoy el objetivo de la Academia Noruega ya no es premiar la Paz si no otorgárselo a aquel que menos daños colaterales genera y en este caso los inocentes dañados por el premiado del año pasado y por la candidata ítaloargentina de ahora son totalmente desiguales. ¿Como podemos creer que el destrato a los hermanos Noble Herrera con sus derechos humanos sumergidos en un tarro de mierda por una jueza funcional a la abuela – al fin y al cabo estos chicos han tenido una vida regalada y se lo pueden bancar – puede ser comparable con la masacre de Asadabad, donde un par de Blackhawk confundieron un cortejo nupcial con tropas talibanes y dejaron setenta y cuatro muertos?
Al igual que su comadre Bonafini, la antes recatada Mrs. Carlotto ha descubierto que se ha hecho acreedora por su fama a poseer una impunidad con doble cero. Ya no importa ofender, herir o maltratar. Ya no, sobre todo cuando todo un gobierno pone su interés en hacerla ascender al parnaso de la hipocresía
JOSE LUIS MILIA