Los signos que apuntan en dirección de la candidatura presidencial de la senadora Cristina Fernández de Kirchner se multiplican. El Presidente hace notar una y otra vez a sus interlocutores que ha puesto en ella sus preferencias. El hecho de que le haya encomendado la firma de un tratado internacional en París en representación del Poder Ejecutivo del cual, sin embargo, la senadora no forma parte, refuerza la impresión de que el doctor Kirchner la ha elegido in pectore como su sucesora.
Esta intención presidencial, ¿se confirmará cuando llegue el momento de la proclamación oficial de los candidatos? La respuesta a esta pregunta parece depender por ahora de consideraciones tácticas . En este sentido, los encuestadores están de acuerdo en observar que, si bien la intención de voto en favor de la senadora es alta, aun así es inferior a la del propio Presidente. Presentarla como candidata en lugar de su esposo implicaría aceptar, por ello, ciertos riesgos.
Como se sabe, las reglas de la elección presidencial establecen que, si el candidato más votado en la primera vuelta no consigue el 45 por ciento de los votos o entre el 40 y el 45 por ciento con una distancia de al menos 10 puntos por delante del segundo candidato, habrá una segunda vuelta. Aquí el riesgo para el Gobierno aumentaría porque, en esta instancia, los votos no kirchneristas podrían sumarse en apoyo del candidato que hubiere obtenido el segundo lugar en la primera vuelta, abriéndose en tal caso la posibilidad de que el kirchnerismo fuera derrotado.
La reelección
Esta es una posibilidad que el Gobierno no quiere aceptar. Por eso la definición final de la candidatura de la senadora Kirchner dependerá de las encuestas. Sólo si se tiene por seguro que ella vencerá en la primera vuelta, su esposo le pasará oficialmente la antorcha. En el caso de que el riesgo de la candidatura de Cristina Kirchner fuera tácticamente inaceptable para el Presidente, a éste le quedaría la alternativa, constitucionalmente admisible, de proponer su propia reelección.
Que escoja esta alternativa o no, dependerá no sólo de la evolución de las encuestas sino también de la estrategia de la oposición. Si ésta converge en torno de un entendimiento entre Roberto Lavagna y Mauricio Macri, tendrá más peso en la primera vuelta. En tal caso, lo prudente para Kirchner sería presentarse él mismo en lugar de su esposa como candidato presidencial.
En cualquier caso, ¿qué le convendría más a la oposición? ¿La candidatura de Kirchner o la de su esposa? El argumento que más pesa entre los opositores que hacen fuerza por un entendimiento entre Lavagna y Macri es que la candidatura del Presidente es preferible. ¿Por qué dicen esto? Porque, en el caso de que Kirchner se presente y gane en las elecciones de octubre, iniciaría su segundo turno de gobierno en 2007 sin la posibilidad constitucional de un tercer turno en 2011. Pero ya se sabe que "segundas partes nunca fueron buenas". Un Kirchner que se sucediera a sí mismo en 2007 tendría que soportar por ello el desgaste que suele acompañar a las segundas presidencias inmediatas (véase sino el caso de Perón en 1952, Menem en 1995 o incluso Bush ahora), con lo cual, aun siendo derrotada en 2007, la oposición reforzaría sus esperanzas en dirección de 2011.
Los observadores de la oposición prefieren este escenario, el escenario de un Kirchner eventualmente declinante entre 2007 y 2011, que la otra posibilidad que se abriría si Cristina Kirchner fuera elegida presidenta en 2007 porque, ya le fuera a ella bien o mal en la Casa Rosada, su esposo quedaría "en reserva" para 2011, con la posibilidad de ejercer a partir de entonces dos mandatos consecutivos, hasta 2019. Si tal fuera el caso, el kirchnerismo completaría de este modo diez y seis años de poder ininterrumpido.
Esta es la razón principal que esgrimen los partidarios de un entendimiento entre Lavagna y Macri: que si la oposición se presenta unida en la próxima elección presidencial, "obligará" al Presidente a presentarle batalla personalmente para evitar el riesgo de la candidatura de su esposa, con lo cual el escenario de una segunda presidencia consecutiva de Kirchner, con su posible desgaste, resultaría viable.
En el caso contrario de que Lavagna y Macri compitan cada uno por su lado, la oposición debería dar un rodeo para desafiar al kirchnerismo. Primero tendría que dirimir en octubre quién dentro de ella, Lavagna o Macri, es el más fuerte, para rodearlo sólo después, ya en la larga espera de 2011.
El gobierno y el poder
Pero estas consideraciones meramente "tácticas" no agotan el problema que plantea la candidatura de Cristina Kirchner porque ella incluye, además, delicados interrogantes institucionales. No basta con preguntar en efecto si la senadora ganará. Hay que preguntarse también cuál sería la posición institucional de su esposo en el caso de que ella ganara.
Hillary Clinton ha dado suficientes pruebas de independencia respecto de su esposo, el ex presidente Clinton, y han pasado además los demócratas ocho años en el llano desde que él terminó su mandato en 2000, como para que la imaginemos en la Casa Blanca con su propia personalidad. ¿Es éste el caso de Cristina Kirchner? Quienes conocen bien a la pareja presidencial argentina sostienen sin excepciones que su miembro políticamente dominante es Néstor Kirchner. Si esto es así, ¿se resignaría el Presidente a cumplir al lado de su sucesora el papel del consultor benevolente pero discreto que promete el ex presidente Clinton si gana Hillary?
¿Cómo imaginar a Kirchner al lado de su esposa presidenta? ¿Valdría aquí como antecedente la famosa fórmula "Cámpora al gobierno, Perón al poder"? Difícilmente, ya que Cámpora encarnaba un proyecto diametralmente opuesto al del viejo caudillo, que terminó echándolos a él del gobierno y a los Montoneros de la Plaza.
Pero en el caso de que Kirchner continuara siendo el miembro "fuerte" de la pareja cuando su esposa obtuviera la Presidencia, ¿no se estaría creando en la Argentina una figura no contemplada por la Constitución, la figura de un hombre tan poderoso que ni siquiera las limitaciones constitucionales que rodean a los presidentes podrían sujetarlo? Un transpresidente no sujeto a los votantes ni al Congreso ni a la Corte Suprema ni al vencimiento de un plazo porque, teniendo de un lado todo el poder político a través de su esposa, que siempre se consideró a sí misma como un "cuadro" del movimiento que él conduce, sólo encontraría un freno en el caso improbable de que ella se le rebelara, creándose en tal caso una perspectiva aun más inquietante que la armónica su- bordinación que hasta ahora hemos contemplado.
Otra perspectiva sería aún más inquietante: que la sucesión de un Kirchner por el otro abriera un proceso tampoco contemplado por la Constitución, el reeleccionismo indefinido mediante las alternancias matrimoniales en el poder, algo que ya intentaron los Juárez en Santiago del Estero.
Que por ahora sólo se hable de las complicaciones "tácticas" que plantea la candidatura presidencial de la senadora Kirchner y no de los delicados problemas "institucionales" que también crearía muestra en todo caso que el debate sobre la sucesión presidencial de 2007 recién ha comenzado.
Por Mariano Grondona Fuente: La Nación