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Carta Abierta a ENRIQUE PIÑEYRO

De: HUGO

PEDIR DISCULPAS. . . . . .     Luis M. Giordana 

Permítame el lector presentarme: 

En Septiembre de 1958 logré mi licencia de piloto privado, luego de haber completado el curso   en la escuela de un aeroclub con un noble PA-11, de igual manera que miles de aviadores civiles de Argentina. En Enero de 1959 fui incorporado como soldado conscripto a la V Brigada Aérea, para ser trasladado dos meses después a la Base de Reconquista integrando el primer Curso de Aspirantes a Oficiales de Reserva. ¡ Año 1959 para nunca olvidar !                                                                               

Egresé del C.A.O.R. con el grado de Alférez y título de Aviador Militar, lo que me permite decir con legítimo orgullo a quien quiera escucharme que soy Alférez y Aviador Militar,  aunque desde mi egreso jamás haya vuelto a sentarme a los mandos de un avión con matrícula de la Fuerza Aérea.

Desde entonces,  mi desempeño como piloto profesional no pudo ser otro que en  el ámbito civil:  Taxi aéreo y vuelos privados en mis comienzos, 39 años consecutivos y muy intensos como piloto fumigador, algunas experiencias en planeadores y  al mismo tiempo colaborando con entusiasmo en la puesta en marcha del Aero Club Venado Tuerto. También creo haber contribuido,  en alguna medida, con el desarrollo de la moderna acrobacia aérea deportiva con mi Pitts, el primer avión para acrobacia ilimitada, incorporado al parque aéreo nacional en el año 1981.  En tiempos presentes,  más de 1.800 aviones vuelan con algún  componente provisto por la empresa aerocomercial que fundé –hoy en manos de mis hijos- mientras que regularmente varios de esos aviones suelen aterrizar en el Aeródromo Público "La Siesta"  de mi propiedad, aeródromo del que soy responsable por mandato  de mi licencia habilitante.

Hoy puedo exhibir miles de horas de vuelo y un Legajo Nº 5531 absolutamente limpio,  además de innumerables amistades cosechadas tanto en el ámbito civil como en el militar durante casi medio siglo en esta fascinante actividad;   amistades que conocen muy bien que por mi formación, durante mi accionar personal y comercial siempre he preferido "patear" escritorios en demanda de mis derechos,  antes que negociar "servicios especiales" con funcionarios del estado en favor de mi patrimonio.

En mi  próximo cumpleaños tendré que apagar 70 velitas;  y como creo haber sido siempre un hombre agradecido de todos aquellos que durante mi carrera de aviador me brindaron oportunas ayudas,  sanos consejos y brillantes enseñanzas, hoy también soy un ferviente agradecido de mi suerte porque aún puedo seguir disfrutando de mis vuelos,  aunque estos ya sean tan solo vuelos de placer como para continuar alimentando el vicio.

Por supuesto que también he cometido errores, pero en el transcurrir me han enseñado, y he aprendido muy bien,  que nadie es menos hombre a la hora de tener que pedir disculpas.

Estimado lector,  por todo lo expresado precedentemente, creo haber adquirido ya el derecho de  opinión y réplica;  derecho que comienzo a ejercer en este preciso momento escribiendo a continuación una

                                                           CARTA  ABIERTA 

AL SEÑOR
ENRIQUE  PIÑEYRO

De mi mayor consideración:

He tenido la oportunidad de ver sus dos realizaciones cinematográficas proyectadas en salas públicas y,  tal como es en mí una permanente costumbre, a posteriori las he adquirido en DVD para engrosar mi personal videoteca aeronáutica y así poder verlas en la tranquilidad de mi hogar con la mejor predisposición analítica.

En la primera de ellas, Whisky Romeo Zulú,  sin duda presenta Usted algunos comentarios verdaderamente documentales.  Además, y desde mi modesto entender,  debo destacar su talento como actor, nunca visto antes en otro aviador profesional;  sinceramente, si Usted es tan buen piloto como actor, vaya entonces toda mi admiración y mi respeto.

En cuanto a su segunda producción cinematográfica, no voy a transcribir su título porque me causa una profunda tristeza la metáfora que utiliza para pretender equiparar elípticamente a la Fuerza Aérea Argentina con sociedades mafiosas. Ignoro si Usted es permeable a las críticas cuando intentan ser constructivas        -detalle que no me preocupa conocer- pero haciendo humilde uso de mi propio derecho de opinión,  juzgo  que ha elegido como título para su película un gratuito insulto a nuestra Fuerza Aérea,  haciendo alarde del más absoluto desprecio hacia el espíritu de aquella materia que nos enseñaban nuestros mayores en el colegio secundario: Instrucción Cívica y Moral. Para decirlo más en criollo, usted ha metido todo en la misma bolsa.

Nunca olvido a mis profesores diciéndonos con insistencia que las instituciones están siempre por encima de los hombres que la componen, a punto tal que jamás se me habría ocurrido faltarles el respeto a los organismos responsables de la defensa de mi Patria. No estoy hablando del sexo de los angelitos, señor Piñeyro, estoy hablando de una institución que pertenece a su país que, casualmente, también es mi país. Lamentablemente, a esta altura de mi vida debo admitir que en el historial de la inmensa mayoría de las instituciones de la República alguna vez hubo que registrar denuncias de corrupción; sin embargo, per se, esas mismas instituciones aún subsisten. Si Usted no lo cree así, consulte entonces los archivos tribunalicios de la Nación.                                                              

Los hechos de corrupción que Usted denuncia en esta película no me constan ni como verdades ni como falsedades, como tampoco es de mi interés involucrarme en forma personal en esta discusión. Sí pretendo que la justicia se dedique a investigarlos y dictar certeras sentencias. Mi reflexión, señor Piñeyro, no apunta a defender lo indefendible, mi reflexión apunta a preguntarme:
             ¿Qué cosas les puede decir Usted, y con qué derecho, a los cadetes de la Escuela de Aviación Militar y a los aspirantes de la Escuela de Suboficiales, jóvenes que han elegido con vocación y convicción una profesión digna,  honesta, para sostener con ella la familia que habrán de formar un día?  Imagino que nada, porque seguramente y con justa razón no se detendrán a escucharle, porque usted los ha insultado en su buena fe, porque usted ha intentado colocarlos, maliciosamente o no, en el escalón más vergonzante de nuestra sociedad.

Me pregunto ahora: ¿Podrá mostrarnos usted a todos nosotros ese don de gentes tan preciado que seguramente lo distinguirá, ese don que lo lleve a recapacitar en su actitud?                                                                                            

Señor Piñeyro,  sin duda que durante la ardua tarea de vivir muchas veces nos hemos enfrentado con la necesidad de tener  que "guapear".  Seguramente Usted y yo coincidiremos en este concepto,  aunque no sé si coincide conmigo en que muchas veces,  saber pedir disculpas  suele constituir también una cabal demostración de que se llevan los atributos masculinos bien puestos.

Para no dar lugar a confusas interpretaciones, debo expresar públicamente a través de esta carta abierta que yo también, pero a mi manera, estoy bregando por una Aviación Civil bien civil, conducida por los mejores y más capaces hombres extraídos desde el quehacer aeronáutico, tal como en la Federal Aviation Administration y en la Joint Aviation Authorities: hombres sin gorra o con gorra, pero siempre los mejores, los más capaces, los más honestos.

Antes de cerrar esta carta decidí proyectar nuevamente, y por enésima vez, sus dos producciones cinematográficas;  le confieso que me quedo con una enorme duda: ¿Cree Usted que la aviación civil de la Argentina está compuesta por tan solo  70 aviones de transporte de pasajeros? Si es así, créame que no percibe a la aviación civil tal como la conozco yo y tantos otros hombres de buena fe.

Respetuosamente.
                     Luis M. Giordana