Crisis en Argentina: Nuevos rumores de renuncia de Lousteau
La inquietante información no es ya un secreto a voces : puede ser comprobada por cualquier persona que precise visitar casas de cambio o bancos en la City porteña. Se encontrará con una fiebre similar a los tiempos de la caída de Raúl Alfonsín y con restricciones para la compra de divisas. El supereuro, las retenciones y el pánico que crece.
Se reveló pocos meses atrás en esta misma columna en El Ojo Digital aquello que no pocos hombres de empresa imaginaban: que la cabeza del titular de Finanzas, Martín Lousteau, decoraría próximamente la sala de trofeos de algún importante hombre de negocios del ámbito local. A pesar del denodado esfuerzo del oficialismo para engrandecer artificialmente el currículum vitae y la "carrera" del actual ministro de Hacienda Lousteau, la temperatura del mercado ha comenzado a revelar sus miserias… y también las del no-sistema económico del kirchnerismo de Puerto Madero.
La viva prueba de ello espera a cualquiera que digne pasearse por el microcentro porteño -lo que muchos llaman "la City"-. Este concurrido pero aún indescrifrable sitio conoce mucho de caídas de presidentes y estrepitosos fracasos de ministros de economía de capirote y de baja estofa. No es que se piense que Martín Lousteau califique para ser listado bajo este rubro, pero cualquier hombre de empresa sabe que al "rubito" -tal como lo llama su contendiente Guillermo Moreno-, no le sobran credenciales.
Es la opinión de quien esto escribe, que el ministro Lousteau es un hombre de buenas intenciones pero que -como muchos antecesores- desconoce supinamente el ambiente en el que su faena se desenvuelve. Cree Lousteau que apaciguará a furibundos industriales y productores agropecuarios con una mirada siniestra y con un estudiado fruncir de ceño. Y se equivoca. La escasez teórico-práctica de su expertise se ha observado con notoriedad cuando intenta comandar el aparato de intervención estatal oficialista para contener los reclamos del campo y de los empresarios.
Recientemente, en ocasión de la triste medida del incremento de las retenciones, Lousteau fue acusado por un importante referente del agro. El argumento utilizado por el hombre de campo fue muy elemental, pero no carente de razón, a saber, que Lousteau "tiene que volver a la facultad". Lo que muchos propagandistas del neokirchnerismo de Madero Docks podrían fácilmente descalificar como comentario político, en su esencia es a todas luces correcto: ignora Martín Lousteau los vaivenes de la comercialización de mercancías derivadas de la actividad agropecuaria y de la extrema sensibilidad de oferta y demanda en el rubro. Dicho de otro modo: no sube el precio de la carne por el capricho de ganaderos que quieren ganar más. La actividad no es una suerte de pequeña diáspora de mafia napolitana que se asocia para cometer ilícitos contra el pueblo -o en la visión de ciertos patéticos referentes de la izquierda oficialista- el "proletariado". Por el contrario, en el Gobierno sí parecen existir individuos con actitud típica de familia. Como nos relataba recientemente un importante referente de la industria textil, en una reunión con el Secretario de Comercio Guillermo Moreno. "Moreno se presentó con dos guardaespaldas; se sentó a la mesa con todos nosotros exhibiendo un arma de fuego y abriendo la conversación con la frase la pija más grande, la tengo yo. Ahora, ¿empezamos?…"
De todos modos, está claro que no ha sido Lousteau la mente siniestra detrás de la deleznable medida del incremento de retenciones. El ideólogo ha sido, ni más ni menos, el ex presidente Néstor Carlos Kirchner desde su base en Madero Docks. Porque, claramente, la primera ministra Cristina Fernández de Kirchner no sería capaz de tomar una medida semejante, ni cualquiera que sacuda los cimientos de la actividad económica o política. No es que no tenga las agallas. Simplemente, ella no está aquí para eso.
Por estos días, el microcentro porteño es una vorágine de pánico y amarga preocupación. Cualquiera puede comprobarlo, visitando las casas de cambio de mayor renombre en cercanía de Avenida Corrientes y Leandro N. Alem. El panorama con que se encontrará es prácticamente calcado de las últimas horas del ex presidente Raúl Alfonsín. Existe una alocada fiebre por hacerse con divisa extranjera, no importa que se trate de euros o dólares estadounidenses. El oro -durante mucho tiempo ignorado en la Argentina- ha incrementado su demanda hasta límites inconcebibles. El movimiento que se observa ya tiene el tufillo de una corrida. Personas corriendo de una casa de cambio a otra, intentando aprovechar el margen de arbitraje que todavía permite el euro. Otros simplemente buscan la mejor cotización para comprar en cantidad.
El dólar baja en todo el mundo como consecuencia de la explosión hacia abajo de la burbuja inmobiliaria americana, pero en la Argentina se mantiene estable a un risible $3,16 por unidad, dado que la presión de la demanda lo empuja. Los más pudientes se refugian en el supereuro que aquí ya es furor y cuyo techo frente al dólar en los mercados internacionales aún no se conoce. Renombrados gurúes sentenciaron la muerte del euro cuando se revalorizó frente al billete verde hasta llegar a 1,36 dólares por unidad europea. Hoy, el número de referencia es 1,58 y continúa en ascenso. Lo que pocos saben es que la suba de la divisa europea está siendo generada artificialmente desde Estados Unidos, con el lógico interés de la autoridad económica americana de disminuir el abultado déficit comercial del país del norte con naciones europeas y asiáticas. El común de la gente, los ortodoxos de siempre y los idiotizados militantes de la izquierda internacional dirán que el dólar se muere y, con él, Estados Unidos. Pero lo cierto es que, a fin de cuentas, no comprenden lo que verdaderamente sucede entre bambalinas.
Para los argentinos de clases medias altas y clases altas puras, llenarse de euros ahora puede resultar muy caro, pero de todos modos se mueven en ese sentido. Las clases intermedias menos dotadas se vuelven a refugiar en el dólar, y en el microcentro porteño la gran pregunta ya es "¿Cuánto durará Cristina?". Otros se animan a más y disparan : "El Gobierno no da para más". Conversando con un grupo de alegres brokers de brillantes sonrisas y brazos cruzados dentro de trajes arrugados, este medio registró: "lo que estás viendo es cómo los players pesados del mercado están aprovechando la crisis internacional para enviarle una señal a los Kirchner, echando a Martín Lousteau a patadas". Esta no tan sofisticada operación "Caballo de Troya", no tiene un final impredecible. Por estas horas, el ministro Martín Lousteau está volviendo a analizar la espinosa cuestión de su renuncia. Harto de la pelea con Moreno, el joven ministro está empezando a padecer el estrés de la función pública en su vida personal: se da cuenta de que ya no tiene intimidad cuando sale de la oficina, tema que antes no le preocupaba. Ahora, Martín ha llegado a tener que dar explicaciones sobre los planes de matrimonio que tiene con su fianceé. Y cuentan algunos que su situación laboral ya le valieron numerosos reproches y discusiones con su pareja, quien -inteligentemente- continúa en la cálida cobija del anonimato.
La pelea con Guillermo Moreno no da para más. Lousteau no solo debe cargar con una situación que detesta, que es el elocuente dibujo de los números del INDEC oficial -obra del Secretario de Comercio-, sino que tampoco quiere quedar como el "Cavallo" de la Administración Kirchner. En el pandemónium que son hoy los mercados, el Banco Central ha determinado que se establezcan restricciones de US$2,000 por persona por día a la hora de comprar divisa. Y ello constituye solo el comienzo de lo que vendrá. Igualmente, la restricción solo alcanza a los asalariados.
Quienes verdaderamente tienen el poder de generar terremotos en escala Richter cuando de cotización de monedas se trata, son los empresarios poderosos de siempre. Ellos continúan reservándose la oportunidad para apuntar y dar el tiro de gracia al kirchnerismo que tanto los ha maltratado. Ojalá pudiera decirse que aquí se estaría produciendo un "intento de golpe de Estado planeado desde la oligarquía". Lo cierto es que, desde la llegada de Néstor Kirchner, los problemas económicos estructurales de la Argentina se han acrecentado. El superávit fiscal es ficticio pues se alimenta de una triste realidad: que el país no está enfrentando los pagos por sus deudas, y que, por si esto fuera poco, aún existen US$20 mil millones que quedaron fuera de la renegociación de la deuda y otros US$6 mil millones que se le deben al influyente Club de París.
Hoy por hoy, el Gobierno solo puede apostar a generar un shock de confianza basado en la endeble estrategia de abonar cash la deuda a los parisinos. La idea se está analizando pero no se aplicará rápidamente, a los efectos de no gastar la única bala que le queda a la presente Administración. Porque, luego de eso, no hay nada más. En poco tiempo, tampoco estará el insufrible Hugo Chávez para subsidiar los caprichos del matrimonio presidencial argentino, pues sus propios conciudadanos le propinarán un puntapié y lo colgarán frente al Palacio de Miraflores.
En la Argentina, será la escalada inflacionaria -por estas horas, ya indetenible- la que terminará con la carrera del Ministro de Economía. Una vez finalizada la Semana Santa, momento en que millones de argentinos se tomarán un descanso de las noticias, el titular de Hacienda reverá su posición y examinará los casi nulos beneficios de quedarse. Si se quedara, tendrá una elevada exposición ante la corrida que recién se inicia. Si se retira ahora, es muy probable que pueda seguir su vida sin molestas interferencias, y, luego de la crisis, la opinión pública seguramente lo olvidará.
Como dijera otro broker consultado: "Si es inteligente, renuncia ya mismo. A mí no me gustaría que me encontraran con el cuchillo en la mano al lado de un cadáver…".
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Economía & Negocios.