¿Qué tienen de común el actual presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y el jefe de la banca carcelaria de San Pablo, en Brasil, Marcos Camacho?
Veamos lo que opina desde la cárcel el narcotraficante Marcos Camacho: “Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas”, dice.
Ahora, esos pobres de las villas, dice Camacho, están “ricos con la multinacional de la droga”.
Cuando le preguntan a Camacho cuál sería la solución, es terminante: “no hay solución”, dice. Y a su vez pregunta: “¿ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo?”
Tal vez algunos en Argentina piensen que esta realidad que pinta el narcotraficante preso en Brasil está lejos de la nuestra. Pero no es así. Basta con saber que en Buenos Aires, hay una guerra entre narcos desde hace años, que se cobró ya 15 vidas inocentes. Y que recientemente fue necesario, como en Brasil, entrar con la Gendarmería, buscando cómplices del líder narcotraficante Marco Antonio Estrada González, o “Marcos el peruano”.
Desde su celda, Camacho, el narco brasileño, opina, da lecciones de civismo, y dice que para corregir las tremendas desigualdades sociales no sólo harían falta muchos millones de dólares, sino también una especie de “tiranía esclarecida” que pudiese sortear obstáculos como “la parálisis burocrática” y pasar por encima del “(Poder) Legislativo cómplice”.
Frente a esta receta, que equipara una solución para nuestras sociedades con el modo de organización de una banda delictiva, disciplinada, efectiva y con muchos recursos económicos, se puede oponer la noción de un estadista como Sarkozy, que dice que “la nación no sólo es identidad”, sino también “la capacidad de estar juntos para protegerse y actuar”.
¿Porqué dice Sarkozy protegerse y actuar? La explicación aparece no bien uno desentraña las reveladoras frases de Camacho. Dice el jefe del delito organizado: “Ustedes son el Estado quebrado, dominado por incompetentes… nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Nosotros no tememos a la muerte, ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos en el ataque, ustedes en la defensa. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes tienen la manía del humanismo”.
Es, ciertamente, una prolija, esclarecida y brutal declaración de guerra. Se permite, incluso, el consejo: “Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero franca, seria. Una autocrítica en la moral”.
Entiendo que esa autocrítica que sugiere como imposible este delincuente “esclarecido”, que ha elegido la delincuencia como forma de vida, la ha hecho Sarkozy en Francia. Y la ha hecho de una manera tan aplicable a la Argentina, que asombra.
Sarkozy propuso a los franceses romper con el “cinismo del mayo del ‘68”. Yo propongo hacer lo mismo con el cinismo de nuestros iluminados de los ’70 en Argentina. Y creo que es oportuno hacer nuestras las palabras de asunción del presidente francés: “Propongo devolver a la política la moral, la autoridad, el trabajo, la Nación. Propongo reconstruir un Estado que haga realmente su trabajo, y que, en consecuencia supere las feudalidades, los corporativismos y los intereses particulares”.
Un país donde la ciudadanía esté “hecha de derechos pero también de deberes”, como dice ahora Sarkozy.
Porque la cruda realidad que describe Camacho desde una cárcel brasileña nos llegó también a los argentinos, ¿estamos dispuestos a asumir que la Constitución y las leyes hay que cumplirlas?; ¿Estamos dispuestos a dejar de mirar obsesivamente el pasado y a revalorizar nuestras instituciones?
Es necesario legislar para encarcelar a los delincuentes. Es necesario ganar rapidez en el servicio de Justicia, capacitar y equipar a nuestras fuerzas armadas y de seguridad, para que defiendan los derechos de todos. El nuestro no es un problema de derecha o de izquierda, sino de orden y paz social, contra anarquía.
Todavía tenemos la oportunidad de acercarnos al pensamiento de Sarkozy, y actuar en consecuencia. De lo contrario, corremos el riesgo de permitir que nos gane la demagogia, y que al igual que el narcotraficante Marcos Camacho en Brasil, dentro de unos años venga el émulo de “Marcos el peruano”, desde las villas miseria de Argentina, a decirnos lo que tenemos que hacer.
Jorge Omar Sobisch
Gobernador de la Provincia del Neuquén