De: Ricardo
2. EDITORIAL : CARTAGO Y LA SAL DEL ODIO
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse)
La candidatura de Cristina es una apuesta muy compleja y sospechosa. Esta signada por un odio metafísico aún mayor, probablemente, que el concitado por su marido.
Ideológicamente se halla en posiciones más extremas y si hubiese un "amperímetro" de la crueldad, ella gana.
Sólo fue "lanzada" a través de voceros cuidadosamente elegidos (Kunkel y Fernández) pero nada fue confirmado por el matrimonio, oficialmente.
Si lo que pretenden es ponerla en la proa de la nave para que el viento le pegue a ella, entonces, en no más de siete meses tienen que bajarla y reinstalar la reelección.
Allí corren el riesgo de varios costos políticos sin contar con la sorpresa y la evidencia de una farsa mal urdida.
Si lo que pretenden es darle motor pleno a esa candidatura aprovechando el baldío político de la oposición, corren también enormes riesgos. Básicamente por el último hallazgo de dos encuestadores no corruptos, en línea con aquel aura de odio : El padrón femenino la rechaza en un dramático 67%. Más propiamente… la odian
Arrancaría pues, con la mitad de los votantes en una condición de reluctancia que sólo tiene que ver con su soberbia y su carisma evidentemente negativo.
Tendría que tener un "plan de lluvia" muy temerario.
Todo lo que se ha venido retrasando y postergando en la Argentina, todo lo que se va artificializando y lo que se barre bajo la alfombra, prefigura un escenario que obliga a subir interminablemente la apuesta de la mentira.
No son tan invulnerables. Cometen errores estratégicos
tan grotescos que hasta resulta inconcebible que ningún adjutor se los advierta. La única explicación es que nadie se anima por el clima de terror que cunde en "palacio".
Misiones fue una clara muestra. Queda mucho odio allí.
La única ventaja que conserva el "régimen", como queda dicho, es que la República, vaciada ya de instituciones ha caído en la total inmunodeficiencia por el colapso de las alternativas.
Y en una sociedad, dividida… se desconfía y se odia
Los anticuerpos políticos están congelados o reducidos a las tres caricaturas de las opciones raquíticas de Lavagna, Macri y Sobisch.
Ellos son algo así como los cónsules más débiles de la época de la Republica Romana. A ninguno le alcanza para ganar. Su fragilidad territorial es de terror .
No tienen casi nada de conciencia sobre su muy probable suicidio político. Acaso algún día tomen Cartago, pero van a tener que arrasarlo y dejar todo en cenizas.
El odio, desde y hacia Cristina, puede ayudarlos mucho.
Roma… estaba muy cerca de caer.
Casi por una casualidad no cambió la historia del mundo cuando Aníbal, el cartaginés, arrasó todo desde Gibraltar hasta las puertas de Roma. Y los romanos, perdidos, tuvieron que designar un cónsul suicida para que saliera a enfrentarlo.
Eligieron al cónsul Flaminio, que sin dudas no tenía fuerzas suficientes para combatir con Aníbal. Y se prepararon para morir, porque sabían que los cartagineses no dejaban un solo romano vivo cuando ganaban. Odio mutuo, cerril.
Así fue : Aníbal lo atajó a 30 kilómetros de Roma y lo aniquiló a orillas del lago Trasimeno. (217 a.c.).
Raro : después de la Batalla de Trasimeno, Aníbal no entró en Roma y siguió hacia el sur de Italia.
Si entraba en Roma, la hubiera encontrado desarmada y el solo hecho psicológico de arrasarla lo hubiese convertido en el Rey del Mundo. ¿ Por qué no lo hizo ?
Acaso algún Artemio López le dijo que esperara un tiempo.
Aníbal, que había aniquilado a todos los cónsules que le salieron al cruce, en Trebbia, en Trasimeno y en Cannas, cayó después, definitivamente, en Zama.
Y Cartago fue convertido en cenizas solo por el odio.
Catón lo había dicho mil veces : "Delenda est Cartagho"
"Cartago debía ser destruida".
No se trataba de vencerla.
Se trataba de destruirla, de arrasarla, de borrarla de la faz de la Tierra para siempre.
Sus piedras, sus ciudadanos, e incluso su recuerdo debía desaparecer.
Y el punto de vista de Catón era suscripto por buena parte de los romanos. Roma odiaba a Cartago. Pero Cartago también odiaba a Roma como jamás en toda la Historia dos naciones se han odiado.
Los ciudadanos de las dos urbes, dueñas ambas de muy extensos territorios más allá de sus muros, creían firmemente que merecía la pena que su ciudad se hundiera en el infierno si conseguía arrastrar a la otra con ellos. No había rivalidad o enemistad.
Había un odio irracional, cuyos ecos aún nos llegan nítidos después de más de 2000 años.
Y Catón lo consiguió. No vivió para verlo, pero Cartago, capital de la nación púnica, fue arrasada con una minuciosidad tan terrible que los arqueólogos sólo han conseguido encontrar pequeños restos de lo que fuera la mayor y más rica ciudad del Mediterráneo.
Los magníficos edificios fueron primero incendiados, luego demolidos y para finalizar la tarea sus cimientos fueron arrancados de cuajo.
El páramo en el que los romanos convirtieron Cartago fue sembrado con sal para que nada volviera a crecer allí. Y cualquier resto de la esplendorosa cultura cartaginesa fue perseguido y exterminado. Borrado del libro de la Historia, muchas veces… para siempre.
¿ Por qué ?
¿Por qué este odio que aún hoy nos deja perplejos?
Los capítulos que reflejan ese odio irracional entre distintos personajes son muchos, pero el odio estaba firmemente arraigado en las sociedades. Toda la sociedad romana odiaba a Cartago: la odiaban los senadores, los importadores de artículos de lujo, los panaderos, los herreros y los campesinos.
Toda Roma odiaba a Cartago como jamás los romanos han odiado a ningún otro pueblo.
Lic Gustavo A. Bunse
Nota: en el envío no se aclara la fuente por eso no se citó